miércoles, 26 de agosto de 2009

¿Ha borrado México la conquista de sus libros de texto?



El curso escolar mexicano acaba de comenzar y lo ha hecho con polémica: ¿estudiarán los alumnos de primaria la Conquista de México y la Colonia? Algunos expertos consideraron, en la primera plana de un diario nacional, que ciertos libros de Historia de las escuelas públicas habían eliminado de sus páginas la toma de la Gran Tenochtitlan por los españoles, que el ocaso de Moctezuma había sido borrado de un plumazo.

El asunto se prestaba a interpretaciones de revisionismo patriotero, de rechazo a un momento en el que el fluir de los pueblos mesoamericanos -toltecas, mayas, teotihuacanos y aztecas, entre otros, construyeron avanzadas civilizaciones en la antigüedad de lo que hoy es México- había quedado alterado. La piel mexicana es muy sensible en lo relativo a la identidad que le han dado los siglos y hay quien pensó que se trataba de un "negacionismo" histórico.

El ex subsecretario de Educación Básica, Olac Fuentes, declaraba al diario 'El Universal' que había desaparecido de quinto de Primaria la articulación de la Historia de México en conjunto con la de la Humanidad. "Abordaban la Conquista, la Colonia, ahora lo van a ver en sexto, pero recortado, porque ni siquiera llegan a la Conquista, se quedan en el siglo XV", criticaba.

Lejos de ser un tema de revisionismo histórico, se apuntaba a que el desmán se debía a una reforma de la enseñanza hecha de forma apresurada, a medio terminar y cuyos textos distaban mucho de ser perfectos. Otros libros, como algunos de Matemáticas, habían tenido que ser sustituidos por cuadernos de trabajo en algunos cursos, ya que contenían errores básicos.

La Conquista sigue ahí
"Reviso el libro de cuarto de Educación Primaria y me encuentro con el descubrimiento de América, la Conquista de México, la Colonia y el Virreinato, el siglo diecinueve, las leyes de reforma, el Porfiriato, el arranque de la Revolución...", repasaba el martes el ministro de Educación, Alonso Lujambio, para salir al paso de la polémica.

La explicación de todo, apuntó, radicaba en que se había redistribuido el contenido de los libros de texto públicos de Historia para articular de forma más continuada la mexicana, frente a la universal. "Sería un despropósito del sistema educativo mexicano que una etapa tan importante de nuestra historia, que define en gran medida nuestra propia identidad cultural, compleja por supuesto, se eliminara de los libros", replicó Lujambio.

Ciento setenta y seis millones de volúmenes se han repartido este año gratuitamente a 26 millones de alumnos de primaria y secundaria (hasta los 15 años). El Gobierno lo viene haciendo desde la década de los sesenta; las escuelas privadas, no obstante, pueden elegir sus propios textos, que sus estudiantes sí han de comprar.

El ministro, casi recién incorporado al cargo –lleva solo unos meses- atribuyó la confusión a "lecturas aisladas" del material escolar, y aclaró que una visión de conjunto verifica que todo está en su lugar (o mejor dicho, en su tiempo). "De ninguna manera la Conquista queda excluida", agregó, para calificarla después de "una etapa definitoria y clave".

El poder detrás del trono
El problema de fondo al que alude todo este asunto es el de la calidad de la educación en México y quién lleva el peso en ella: el gigantesco Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) –con cerca de un millón de afiliados- al que se atribuye más interés por moldear la política del país que por proporcionar buenos educadores.

La llegada de Lujambio a la secretaría de Educación Pública (SEP) se ha interpretado como un gesto del presidente Felipe Calderón a la líder del sindicato, Elba Esther Gordillo, que no podía ni ver a su anterior responsable, Josefina Vázquez Mota. Veinte años lleva a la cabeza de los maestros esta ex secretaria general del Partido Revolucionario Institucional – el PRI, que gobernó México de 1929 a 2000-, expulsada de la formación política en 2006.

Lujambio ha sido señalado por su tibieza ante el empuje del sindicato, que a pesar de sucesivos cambios, planes y programas por la educación no ha logrado en las últimas décadas que México remonte el vuelo en lo educativo. En la última prueba PISA de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), celebrada en 2006 y aplicada a alumnos de 15 años, México quedó en último lugar de sus 30 miembros, con una diferencia de cuatro años lectivos respecto a la cabeza, Finlandia.

Pero el apoyo de Elba Esther fue determinante en la elección presidencial de 2006 y lo será en la de 2012, así que se intenta llevar una relación lo más fluida posible para evitar hacer más difícil un sexenio complicado, marcado por desplantes de la izquierda, la crisis económica y la sangrienta guerra de los cárteles de la droga.

La sombra de Elba Esther es alargada
Cuando Calderón negociaba su apoyo para ascender a la Presidencia, entrenaba con alguien que le hablaba como la dirigente magisterial, reseñaba hace tiempo Arturo Cano, coautor del libro 'Doña Perpetua', sobre la figura de quien comenzara como maestra del deprimido suburbio capitalino de Nezahualcóyotl y que, definía el periodista, quiso parecerse a Eva Perón. El retrato literario le atribuye también las sagas de 'El Padrino' y 'Hoffa' –sobre el férreo sindicalista estadounidense Jimmy Hoffa- como sus películas preferidas.

Elba Esther es 'La Maestra', aunque tiene más apodos que un sicario del narcotráfico, pocos halagüeños. Sus gazapos son esperados con ansia por la prensa: El martes renombraba al virus de la gripe AH1N1 como 'AHLNL'.

La llegada de Lujambio a la Secretaría de Educación Pública, ha reafirmado su poder; según apuntan los analistas, su yerno Fernando González, subsecretario en el ministerio, es quien ha abanderado la reforma de los libros de texto. La misma que ha desatado la polémica sobre la Conquista. Pero, ¿sobre cuál de ellas, la de Elba Esther o la de Cortés?

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